Muchos perdieron la vida y otros contrajeron
enfermedades que les llevaron más tarde a la tumba. Fueron
vejadas las mujeres y ni siquiera los ancianos se vieron libres
de la terrible caminata. Cuando la triste caravana llegó a
Cabo Haitiano, Cristóbal repartió los prisioneros
entre sus oficiales en calidad de siervos, logrando huir
más tarde algunos de ellos que relataron la
tristísima odisea.
Batalla de Palo
Hincado (1808)
Napoleón confirmó a Ferrand en su cargo de
gobernador de la colonia, a pesar de que había
desobedecido su orden de retirada y el general se dedicó a
reparar los daños causados por los haitianos que ahora
luchaban entre ellos: tenían un reino en el norte, del
cual era monarca Cristóbal y una república en el
sur bajo la presidencia de Petión. El gobernador
francés, que poseía dotes pocos comunes de
administrador, efectuó en los tres años siguientes
una labor de reconstrucción digna del encomio, y ya
parecía que habría de reinar la prosperidad en la
colonia cuando Napoleón invadió España en el
año 1808.
Los dominicanos, que se sentían españoles,
reaccionaron inmediatamente contra el gobierno del francés
Ferrand. Creían, además, que España les
protegería mejor que Francia de Haití, por
sospechar que el odio de los antiguos esclavos del oeste no iba
dirigido contra ellos, sino contra los franceses, sus amos de
otros tiempos, razón por la cual no atacarían
(pensaban), a la zona oriental del país si en ella
dominaban los españoles, de los cuales no tenían
los haitianos agravio alguno que reparar. La rebelión
contra Ferrand se extendió rápidamente.
Héroe de este movimiento a favor de la
anexión a España, fue Juan Sánchez
Ramírez, nacido en Cotuí, que declaró la
anexión a España en el Seibo. Después de
sofocar un alzamiento en el sur, se dirigió Ferrand contra
Ramírez, quien le esperaba en un lugar llamado Palo
Hincado, con una tropa de 600 hombres. Pocos menos tenía
Ferrand. El día 7 de noviembre, instantes antes de
comenzar la batalla, Sánchez Ramírez arengó
a sus soldados, advirtiéndoles que se impondría la
pena de la vida "al que volviere la cara atrás; al tambor
que tocare retirada y al oficial que lo mandare, aunque sea yo
mismo". El combate, aunque terrible, duró sólo
minutos. Desbordados los franceses por la acometividad de los
dominicanos, se batieron rápidamente en retirada,
sufriendo muchas bajas y entregándose los más.
Sánchez Ramírez sólo tuvo que lamentar la
pérdida de siete muertos y cuarenta heridos, de los cuales
expiraron tres.
Muerte de Ferrand (1808) Ferrand salió
huyendo, a caballo, después de sufrir la derrota de Palo
Hincado, lanzándose en su persecución Pedro
Santana, padre del Libertador, con cincuenta dragones.
Sólo trece hombres acompañaban al valeroso general
francés, quien viendo que sus perseguidores le daban
alcance, se desmontó del caballo, pidió dos
cartuchos para sus pistolas y se internó en el monte, en
la quebrada de Guaquía, cerca del Seibo. El orgulloso
soldado de Napoleón, no pudiendo sufrir la
humillación de la derrota, se suicidó allí
mismo. Sus trece compañeros, abandonando el
cadáver, prosiguieron la huida hasta la capital. Llegaron
extenuados tras una persecución furiosa en la que las
huestes de Sánchez Ramírez utilizaron hasta
mastines. Ellos, y un sargento que huyó por el monte,
fueron los únicos que se salvaron de la derrota. Los
demás soldados de Ferrand que no perecieron en la batalla
fueron hechos prisioneros, ejecutando Sánchez
Ramírez a todos los franceses y perdonando a los
españoles, excepto a dos que no quisieron ingresar en sus
filas y que también fueron ejecutados. Santana
encontró todavía caliente el cuerpo de Ferrand. Le
cortó la cabeza con el machete y la llevó en
triunfo al Seibo, donde estaba celebrando la gran
victoria.
Rendicion de Dubarquier (1809) Sánchez
Ramírez, marchó inmediatamente sobre Santo Domingo,
a la que puso sitio a mediados de diciembre de 1808. Toda la
parte española de la isla, excepto la capital, se
había unido a su causa que era la de España, aliada
entonces a Inglaterra en lucha contra Napoleón. Por esta
circunstancia, las tropas de Sánchez Ramírez
recibieron auxilios en forma de armas y alimentos, no sólo
de los pueblos del interior, sino también de las colonias
españolas de Cuba y Puerto Rico, así como de la
inglesa de Jamaica. El sitio duró casi siete meses, hasta
el nueve de julio del año siguiente, 1809. Los auxilios
recibidos por Sánchez Ramírez resultaron
insuficientes y su ejército hubo de vivir sobre el
terreno: se sacrificó el ganado de las cercanías
para los soldados y los cañaverales de los ingenios
sirvieron de pasto a los caballos. Los sitiados, por su parte,
sufrieron privaciones sin cuento. Recibían escasa ayuda
del exterior y como ocurre siempre en casos semejantes, tuvieron
que comer carne de caballo y de burro y por último, hasta
ratas. En los encuentros que se libraron durante el sitio, tanto
los dominicanos como los franceses realizaron verdaderos
prodigios de valor, pero, al fin, el 27 de junio, se
presentó la escuadra del inglés Carmichael,
procedente de Jamaica, a donde había pedido auxilio
Sánchez Ramírez. Dubarquier se convenció
entonces de que no podía mantenerse con éxito en la
ciudad. Por eso, el 2 de julio, mandó izar la bandera
blanca y la guarnición se rindió, con todos los
honores, siete días más tarde. El general
Dubarquier y sus soldados francés (alrededor de mil),
fueron embarcados el mismo día en los buques ingleses y
llevados a Francia, sin exigírseles la entrega de las
espadas que habían blandido honrosamente durante el largo
asedio.
Confirmacion de Sanchez Ramirez en su cargo
(1809) Habiendo secuestrado Napoleón al Rey de
España, Fernando VII, ejercían las funciones del
soberano en la madre patria la Junta Central de Sevilla y el
Consejo de Regencia, en lucha a muerte contra el corso invasor.
Un miembro del primer organismo, Francisco Javier Caro, fue
enviado a la colonia de Santo Domingo en calidad de comisario
regio, para que estudiara y resolviera sus necesidades. A
Sánchez Ramírez se le confirmó en su cargo
de gobernador. Se tomaron varias medidas que favorecieron a la
colonia, tales como: la de dotarla de una guarnición
militar que la defendiera de invasiones y la de situarla
trescientos mil pesos anuales, como ayuda. Se suprimieron las
antiguas trabas impuestas al comercio y se obligó la
metrópoli a transportar gratuitamente a la isla a los que
salieron de ella como consecuencia de la cesión a Francia
en 1795. Los puertos de la colonia podrían comerciar
libremente con países amigos, sin monopolio algunos a
favor de España. Los dominicanos recibieron con gran
entusiasmo estas disposiciones de la Junta Central de Sevilla y
del Consejo de Regencia, pero Napoleón permitió a
Fernando VII regresar a Madrid y la primera medida que
tomó el impolítico monarca fue anular las
progresistas decisiones de aquellos dos organismos, iniciando a
renglón seguido una política funesta para la
colonia y poniendo de nuevo en vigor las viejas disposiciones que
hacían imposible el desarrollo de la riqueza en Santo
Domingo. Los dominicanos se sintieron defraudados, llegando en su
desilusión (ellos que habían arrebatado la colonia
a Francia para entregársela a España) a rebelarse
contra Fernando VII. La "revolución de los italianos",
llamada así porque el que la dirigía era de esa
nacionalidad, fue castigada con mano dura por Sánchez
Ramírez.
Periodo de la "España boba" (1814) Durante
el gobierno de Sánchez Ramírez (que murió en
1811), se inicio el período de la "España boba",
llamado así por la abulia que se apoderó de los
dominicanos, al verse casi abandonados por la madre patria. Este
período se prolongó hasta la invasión
haitiana de Boyer, que ocurrió en el año 1822, y
mientras ejercían el mando de la colonia los gobernadores
Urrutia, Kindelán y Pascual Real. Había
desaparecido la agricultura casi por completo, no existían
industrias y el comercio de exportación brillaba por su
ausencia, pues estaba reducido a las pequeñas cantidades
de tabaco que se enviaban a Europa por Puerto Plata. Como
consecuencia de todo esto, el erario público
carecía de fondos. Ni siquiera la caña se
cultivaba: los azucareros no podían pagar la mano de obra
ni tenían medios para reparar las maquinarias. La pobreza
se extendió por todas partes y la gente, sumida en
profunda y total desgana, tenía suficiente para vivir con
los plátanos y yucas, batatas y ñames de los
conucos. No existían teatros, ni se pronunciaban
conferencias. Las clases sociales desaparecieron porque todo el
mundo era pobre y nadie sentía el deseo de progresar. La
situación era tal que en Santo Domingo, la capital, no
había más de seis coches y el Ayuntamiento se
encontraba en situación financiera tan lastimosa, que
obligó a los vecinos a iluminar las calles colocando
farolillos de papel, con velas dentro, junto a las puertas de sus
casas. Las diversiones, en este período de abulia total,
eran casi nulas. Los hombres acudían de vez en cuando a
las galleras y las mujeres a misa. De muy tarde en tarde se
celebraba un baile, pero sin lujo ni esplendor alguno, porque
nadie tenía medios ni para vestirse.
Independencia de Nuñez de Caceres (1821)
Uno de los personajes más influyentes de la colonia
durante el período de la "España boba" fue el
licenciado José Núñez de Cáceres, que
ostentaba los cargos de teniente gobernador, auditor de guerra y
asesor general. Era, por consiguiente, la segunda persona en el
mando. En esta época, los países de la
América del Sur, conducidos por el Libertador Simón
Bolívar, luchaban por su independencia, contra
España. Núñez de Cáceres
pretendió declarar independiente también a Santo
Domingo, y dada la influencia que poseía, no le fue
difícil realizar su intención. Se puso en
connivencia con las personas más importantes de la colonia
y atrajo en su favor a las fuerzas armadas. En la noche del 30 de
noviembre del año 1821 dio el golpe: Pascual Real, el
gobernador, se entregó sin resistencia porque
carecía de ejército con qué hacerla. Al
día siguiente, José Núñez de
Cáceres proclamó la independencia del "Estado
Independiente de Haití Español" bajo la
protección de la Gran Colombia, en cuya federación
debería entrar el nuevo Estado. Se embarcó a
Pascual Real en una nave inglesa rumbo a España y se
envió a Colombia al doctor Antonio María Pineda
para que, en calidad de embajador, se entrevistara con
Bolívar en demanda de protección y también
para que fuera admitido el nuevo Estado en la federación
de países americanos libres. Pineda nada pudo hacer, sin
embargo. Bolívar estaba muy ocupado en la guerra contra
España y no le fue posible ver al embajador dominicano. La
parte española de la isla, sin la protección de
España, quedó abandonada a sus propias fuerzas.
Antes de que pudiera ser admitida en el seno de los estados que
formaban la Gran Colombia, Jean Pierre Boyer, a la sazón
Presidente de Haití, la invadió una vez más.
La ocupación habría de durar esta vez
veintidós años.
Boyer en Santo Domingo (1822) La idea de
Toussaint de que sólo debía haber un gobierno en
toda la isa, persistía en Haití. Cuando Boyer
sucedió a Petión en la presidencia de la
república de ese país, en el año 1818,
envió agentes secretos a la zona fronteriza de la parte
española para inducir a los negros de ésta a
levantarse a favor de la anexión a Haití.
Kindelán, gobernador entonces de Santo Domingo,
pidió explicaciones de estas actividades a Boyer y
éste le aseguró que Haití no deseaba
conquistar nuevos territorios. Sin embargo, cuando Pascual Real
sucedió a Kindelán, fueron tan alarmantes las
noticias que llegaban de Port-au-Prince, que el nuevo gobernador
envió allí a su sobrino para que averiguara lo que
había de cierto en éllas. Mientras Santo Domingo
perteneció a España, Boyer se abstuvo, no obstante,
de invadir su territorio. Pero cuando Núñez de
Cáceres lo proclamó independiente, no corriendo ya
el peligro de chocar con España, encontró propicia
la ocasión para realizar su proyecto. El 12 de enero de
1822, declaró que el pueblo dominicano había
expresado su voluntad de unirse al pueblo de Haití, lo
cual era cierto, y se lanzó inmediatamente por las rutas
históricas de invasión con dos ejércitos,
como de costumbre, que cruzaron el territorio dominicano por el
norte y por el sur. No encontraron resistencia porque
Núñez de Cáceres carecía de fuerza y
había ordenado a la población, en vista de ello,
que recibiera pacíficamente al invasor. El día 9 de
febrero, Boyer recibía las llaves de la ciudad de Santo
Domingo de manos de Núñez de Cáceres, quien,
al entregárseles en bandeja de plata le aseguró
valientemente que la unión entre los dos países era
imposible, como lo demostrarían los hechos por causa de la
diversidad de lengua, de leyes y costumbres, de ideas y hasta de
vestidos.
Revolucion en
Samana (1822)
No acogieron los dominicanos con simpatía alguna
la ocupación de Boyer y si no se opusieron a ella, fue,
simplemente, porque les faltaban medios para hacerlo.
Coincidiendo con la entrada del Presidente haitiano en Santo
Domingo, fondearon dos buques de guerra franceses en la
bahía de Samaná y los habitantes de la
península pidieron ayuda por medios de ellos al gobernador
de Martinica, el conde de Donzelot. Éste despachó
una escuadra completa a Samaná al mando del contralmirante
Jacob y se puso en comunicación con las autoridades
españolas de Puerto Rico, que enviaron inmediatamente una
comisión de oficiales para que se reunieran con el
contralmirante en la bahía y decidieran, de común
acuerdo, la campaña a seguir contra los haitianos. Sin
embargo, cuando los oficiales españoles llegaron a
Samaná, solamente encontraron cinco buques franceses y no
pudieron entrevistarse con Jacob porque había partido con
los restantes. Es más: los dominicanos que habían
pedido ayuda a los franceses y que debían dirigir la
revolución, no se encontraban ya en la península
porque las tropas de Boyer se habían apoderado de ella y
tuvieron que huir a Puerto Rico. Un pequeño intento de
desembarco por parte de los franceses fue rechazado
fácilmente por los haitianos.
Careciendo de ayuda en tierra y no habiéndose
puesto de acuerdo los españoles y franceses sobre el
importante punto de si la campaña debía hacerse en
nombre de Francia o de España, se desistió del
desembarco y los buques franceses zarparon hacia mediados de
marzo de 1822, dejando en Puerto Rico a los oficiales
españoles. Boyer, mientras tanto, había enviado
fuerzas a todas las regiones del país, resultado
inútil cualquier acto de resistencia. Boyer se
retiró pronto a Port-au-Prince y dejó como
gobernador del departamento de Santo Domingo al general
Borgellá.
Emigracion de Dominicanos (1824) Desde los
primeros días de la colonia comenzaron las emigraciones en
masa en Santo Domingo. Los descubrimientos que se hicieron en el
continente, impidieron en un principio a los hijos de
España a marcharse de la isla en busca de oro con que
soñaban y que en ella no podían encontrar.
Más tarde, las devastaciones de 1605 y 1606, que
destruyeron la mitad de la riqueza de la isla entera, iniciaron
otra corriente emigratoria que se prolongó durante mucho
tiempo. Pero cuando por el Tratado de Basilea, del año
1795, España cedió a Francia toda la isla, la
emigración adquirió proporciones
alarmantes.
Durante cincuenta años, desde 1795 hasta 1844
(año de la Independencia), continuó sin
interrupción esta corriente migratoria que recibió
mayor impulso aún con la ocupación haitiana.
Cientos y cientos de familias escogidas, que habían
afincado, al parecer definitivamente, en suelo dominicano,
salieron de él para no regresar jamás.
Médicos, profesores, abogados, poetas, decidieron
abandonar su hogar. Conventos enteros se trasladaron
también. Marcharon hacia las demás colonias y
países españoles de América y a su llegada
hicieron elevar rápidamente el nivel de cultura medio de
esos países, mientras b Marcharon hacia las demás
colonias y países españoles de América y a
su llegada hicieron elevar rápidamente el nivel de cultura
medio de esos países, mientras Boyer se obstinaba en
haitianizar a Santo Domingo.
Cuba fue el lugar elegido por la mayoría de estos
emigrantes para fijar su nuevo hogar, aunque muchos llegaron
mucho más lejos aún: a México (donde
murió, cargado de honores, Núñez de
Cáceres), a Venezuela, a Colombia y a otros lugares
más. Muchos apellidos ilustres de Cuba son dominicanos,
pertenecientes a aquellos emigrantes que marcharon de Santo
Domingo en ese período de cincuenta años. Son
dominicanos, por ejemplo: los Del Monte, los Heredia, los
Foxá, los Pichardo, que tanto renombre han dado a la
hermana Antilla.
Revolucion de los Alcarrizos (1824) Trataron los
invasores de destruir completamente la cultura dominicana
mediante la haitianización de la parte española de
la isla. Para llevar a cabo esa política, Boyer puso al
frente de todos los organismos públicos a oficiales de su
ejército que eran los que decidían los asuntos
administrativos. Ningún ciudadano civil ejerció
cargo alguno de importancia. Los resultados de esa
política fueron desastrosos: el comercio, que era de suyo
pobrísimo, se redujo a la mitad. Se cerraron las escuelas
y hasta la universidad suspendió las clases. El
único templo que permaneció abierto fue el de la
Catedral. Como nadie quería trabajar para el invasor, tuvo
que recurrir Boyer a prácticas medievales para que se
cultivaran los campos, obligando a los campesinos a labrar a la
fuerza las fincas sin que pudieran trasladarse de una a otra. Sin
previo permiso de las autoridades como el siervo de la gleba en
la Edad Media. Continuó la emigración de las
familias principales y la población se redujo a la tercera
parte de la de 1793. La moralidad sufrió brusco descenso y
pocos pensaban en el matrimonio para procrear hijos. Al
año de ocupación haitiana, presentaba calamitoso
aspecto la parte española de Haití. Los dominicanos
se alzaron contra los invasores para mejorar esta lastimosa
situación. El capitán de milicias Silvestre Aybar
marchó a Puerto Rico para obtener la ayuda española
contra los haitianos. De regreso, desembarcó en el Seibo,
pero descubiertas sus intenciones, se le obligó a salir de
la isla hacia mediados de 1823. La conspiración, sin
embargo, continuó con nuevo vigor, siendo los Alcarrizos
el punto de reunión de los que tramaban el
restablecimiento de la soberanía de España. El
gobernador haitiano Borgellá descubrió una vez
más los hilos de la conspiración y
aprehendió a sus principales promotores en febrero de
1824, siendo ejecutados Lázaro Núñez,
José María de la Altagracia, Facundo Medina y Juan
Jiménez, y condenados a prisión los
restantes.
Expulsion del Arzobispo Valera (1830)
Tenía el Presidente Boyer gran interés en que
Haití fuera reconocido por las grandes potencias,
especialmente por Francia, para eliminar el peligro de que este
país reclamara la posesión de su vieja colonia,
convertida desde 1804 en estado independiente. Una gestión
que los representantes haitianos hicieron en París, cerca
de Carlos X, con tal fin, fracasó por completo, pero el
Rey se avino en 1825 a reconocer la independencia de
Haití, con tal de que el Estado así reconocido
pagara la suma de 150 millones de francos, gravamen que
aceptó Boyer y que debieron pagar también los
dominicanos que sufrieron además las consecuencias de
otras condiciones humillantes impuestas por los franceses.
Colombia, por su parte, se negó a reconocer el estado de
Haití porque Boyer había violado la bandera
colombiana bajo cuya protección puso Núñez
de Cáceres su "Estado Independiente de Haití
Español". Y con España, la situación
llegó a ponerse grave porque este país
reclamó al Presidente haitiano la parte oriental de la
isla por medio de Felipe Dávila Fernández de
Castro, intendente general de Cuba, que se trasladó a
Port-au-Prince con ese objeto. Sin embargo, después de un
cambio de notas, España desistió de su
pretensión y el Presidente Boyer continuó dominando
en Santo Domingo.
Boyer sospechó que el Arzobispo Valera
había alentado esas gestiones de los españoles, ya
que poco después de la ocupación de la parte
española se había negado a recibir sueldo alguno de
Haití, declarando que era súbdito de Fernando VII.
Y como temiera el Presidente haitiano que el Prelado conspirara a
favor de España al no ser atendidas las pretensiones de
Madrid, le expulsó de la isla después de que le
fracasara un intento de asesinato que se frustró porque el
encargado de cometerlo, un tal Romero, no se atrevió a
matar al sacerdote.
Fundación
de la Trinitaria (1838)
Un joven dominicano, Juan Pablo Duarte y Diez, cuyo
acomodado padre le hizo salir de Santo Domingo en los primeros
tiempos de la dominación haitiana y que había
contemplado el espectáculo de la civilización en
Francia, Inglaterra y España, donde aprendió
latín, matemáticas y filosofía,
encontró a su país en abyecta condición
cuando regresó a él en 1832.
Dotado de gran personalidad y con profundos
conocimientos, se convirtió pronto en el eje y centro de
un movimiento que tenía por fin destruir el yugo haitiano,
constituyendo una república independiente en la parte
española de la isla.
Para encauzar este movimiento constituyó una
sociedad secreta "La Trinitaria", que nació un lunes, 16
de julio de 1838, en la calle que hoy lleva el nombre de
Arzobispo Novel en casa de la madre de uno de los conjurados,
Juan Isidro Pérez, frente a la Iglesia del
Carmen.
Reuniéndose allí, ese día,
además de duarte y Pérez, Pedro Alejandro Pina,
Felipe Alfau y Bustamante, José María Serra,
Félix María Ruiz, Jacinto de la Concha, Juan
Nepomuceno Ravelo y Benito González. Nueve en total que
pusieron su firma, con pluma mojada en sangre, al pie del
siguiente documento: "En nombre de la Santísima,
Augustísima e Indivisible Trinidad de Dios Omnipotente:
Juro y prometo por mi honor y mi conciencia, en manos de nuestro
Presidente Juan Pablo Duarte, cooperar con mi persona, vida y
bienes a la separación definitiva del gobierno haitiano, y
a implantar una República independiente de toda
dominación extranjera, que se denominará
República Dominicana, la cual tendrá su
pabellón tricolor en cuartos, encarnados y azules,
atravesado por una cruz blanca. Mientras tanto seremos
reconocidos los trinitarios con las palabras sacramentales: Dios,
Patria y Libertad. Así lo prometo ante Dios y el mundo. Si
tal hago, Dios me proteja; y de no, me lo tome en cuenta, y mis
socios me castiguen el perjurio y la traición, si los
vendo".
Trabajos de la Trinitaria (1839) "La Trinitaria",
se llamaba si porque se fundaba sobre una base triple de tres
miembros. Cada uno de ellos tenía la obligación de
atraer nuevos miembros, a los cuales no se les daba el nombre de
ninguno de los demás para evitar que la delación de
uno conllevara la detención de todos.
Eligieron seudónimos (el de Duarte era
"Arístides") y se comunicaban mediante signos y
fórmulas convencionales que sólo ellos
entendían.
Después de fundada "La Trinitaria" se pusieron a
trabajar inmediatamente.
Se necesitaba propagar entre el pueblo la nueva idea y
el teatro les proporcionó el mejor medio. Constituyeron
una sociedad, "La Filantrópica", de la que surgió
una compañía de arte dramático que
comenzó enseguida a dar representaciones con el doble
propósito de excitar el espíritu público y
de allegar fondos para la revolución. Las obras que se
eligieron para representar tenían siempre situaciones
parecidas o semejantes a la que sufrían los dominicanos
bajo la dominación haitiana y en ellas se cantaba a la
libertad. Los trinitarios representaron así "La Viuda de
Padilla" de Martínez de la Rosa; "Un Día del
Año 32 en Cádiz" de Ochoa; y "Bruto o Roma Libre"
de Alfieri. "Muerte o libertad" gritaban los actores trinitarios
en escena, ateniéndose al libreto de las obras
dramáticas. Y el público que asistía al
espectáculo comprendía perfectamente la
intención de los jóvenes actores que representaban
con gran ardor y dando profundo énfasis a sus palabras
cuando ellas expresaban la necesidad de luchar contra la
tiranía y la opresión. Duarte, que no tenía
figura de actor, apuntaba desde la concha. Con este medio de
propaganda y otros más, fue introduciéndose la
semilla revolucionaria e independentista en el corazón del
pueblo.
Movimiento de la reforma (1843) Intolerable era
la dictadura de Boyer, no sólo para los dominicanos, sino
también para los propios haitianos que comenzaron a
conspirar contra él, tanto en la parte occidental de la
isla como en la oriental, llamándose a sí mismos
"reformistas" porque su intención era derribar el
despótico régimen imperante. El grupo separatista
dominicano que dirigía Duarte (y al que se habían
unido ya Sánchez, Mella y otras personalidades), se
alió a los "reformistas" haitianos de la parte
española de la isla con el propósito secreto de
continuar trabajando por la independencia una vez que triunfara
el movimiento revolucionario haitiano que por ser más
liberal concedería mayores facilidades para propagar la
idea separatista que las que concedía el régimen
absolutista de Boyer.
El 26 de enero de 1843 estallo la revolución en
Haití y el 13 de marzo embarcaba Boyer para el extranjero
después de ser vencidos sus ejércitos en los campos
de batalla. Le sucedió en el mando Riviere Herard
Ainé, que habría de proclamarse Presidente en
diciembre del mismo año. En Santo Domingo, la
revolución explotó el 24 de marzo: haitianos
"reformistas" y dominicanos separatistas unieron sus fuerzas bajo
el mando del comandante haitiano Desgrotte, pero el general
Carrié (gobernador nombrado por Boyer en
sustitución del Borgellá) logró rechazarles
después de un combate que tuvo lugar en la hoy Plaza
Colón. Se retiraron los reformistas a San
Cristóbal, donde reagruparon sus fuerzas, pero no tuvieron
necesidad de atacar de nuevo, porque Carrié, al saber que
Boyer había sido derrocado, capítulo el 26 de marzo
embarcándose para Curazao.
Desgrotte quedó al mando de Santo Domingo,
ayudado por una junta popular de la que formaban parte dos
haitianos y tres dominicanos, entre éllos Duarte. En los
demás departamentos de la parte española
triunfó también fácilmente el movimiento de
la reforma.
Riviere herard en Santo Domingo (1843)
Sánchez, Duarte, Mella y demás patriotas pudieron
trabajar con mayor facilidad a favor de la independencia como
consecuencia del triunfo del "reformismo" hasta el punto de que
en muy poco tiempo la mayoría del pueblo comulgaba
enteramente con sus doctrinas. Las autoridades haitianas,
comprendiendo el grave peligro que para ellas significaba esto,
trataron por todos los medios de atajar el movimiento
independentista, ayudadas por unos cuantos dominicanos
disidentes. Poco consiguieron, sin embargo: en las elecciones
para elegir los miembros de la Asamblea Constituyente y de la
Municipalidad de Santo Domingo triunfaron los dominicanos
separatistas a pesar de que las autoridades haitianas recurrieron
al fraude y al cohecho para hacer triunfar a sus propios
candidatos. Desgrotte, temeroso de que se proclamara la
independencia de la parte española, pidió auxilio a
Port-au- Prince. Riviere Herard, que aunque liberal en la
oposición, había establecido un régimen
dictatorial tan duro como el de Boyer, se dirigió
rápidamente hacia la parte española de la isla al
frente de un gran ejército. A su paso por el Cibao fue
deteniendo a todos los que estaban complicados en el movimiento
separatista, que eran muchos como lo demuestra el gran
número de detenciones que hizo. Entre esas detenciones,
las más importantes, sin duda, fueron las de Francisco
Antonio Salcedo y Ramón Matías Mella, el
último de los cuales había sido enviado por Duarte
al Cibao en calidad de comisionado de la Junta Revolucionaria de
la capital. Mella fue conducido a Puerto Plata y desde
allí, en buque, hasta Port-au-Prince, donde vivió
encerrado en inmunda mazmorra varios meses, saliendo de ella a
tiempo para participar en los memorables sucesos del 27 de
febrero del año siguiente.
Duarte, Pina y Perez en el extranjero (1843) El
12 de julio de 1843 entró Riviere Herard en la ciudad de
Santo Domingo. A los dos días ya había detenido a
los principales dirigentes del movimiento independentista. Juan
Pablo Duarte, Pedro Alejandro Pina, Juan Isidro Pérez y
Francisco del Rosario Sánchez no pudieron ser capturados,
sin embargo, los cuatro lograron burlar la persecución de
las autoridades haitianas que les buscaban sin descanso. Al fin,
los tres primeros lograron embarcar el 2 de agosto y
veintidós días más tarde llegaron a casa de
José Prudencio Diez, tío de Duarte, en Caracas.
Para ponerse en comunicación con los revolucionarios de
Santo Domingo, envió Duarte a Curazao a Pina y a
Pérez, cuatro meses después; y el 20 de diciembre
se reunió con ellos. Durante todo ese tiempo, Duarte se
mantuvo en comunicación constante con Santo Domingo
mediante correspondencia que le llevaban personas leales al
movimiento. Estaba todavía en Curazao cuando se
proclamó la independencia de la República. La
historia recordará siempre la correspondencia que Duarte
mantuvo con su hermano Vicente Celestino y con Sánchez que
le pedían armas, a todo trance, para dar el golpe
definitivo y libertar a la patria. A esa correspondencia
pertenece la carta del 4 de febrero de 1844, que dice así:
"Mi querida madre y hermanos: El único medio que encuentro
para reunirme con ustedes es independizar la patria. Para
conseguirlo se necesitan recursos –¡recursos
supremos!– y cuyos recursos son: que ustedes de
mancomún conmigo y con mi hermano Vicente, ofrendemos en
aras de la patria lo que, a costa del amor y trabajo de nuestro
padre, hemos heredado…" Proposición tan nombre y
generosa fue aceptada, sin reparos, por todos aquellos a quienes
se dirigía.
Labor de Francisco del Rosario Sanchez (1843)
Duarte, Pina y Pérez se fueron a Curazao llevando la
creencia de que Sánchez había muerto.
Afortunadamente, se equivocaba. Sus propios familiares y amigos
habían hecho circular esa noticia para que llegara a
oídos de las autoridades haitianas, las cuales creyeron la
patraña y cesaron en su persecución. Desde el 12 de
julio de 1843 (fecha en que entró Riviere Herard en Santo
Domingo), hasta el 27 de febrero del año siguiente (en que
se proclamó la independencia), fue Sánchez el
animador y jefe del movimiento independentista. Aprovechando la
oscuridad de la noche, se reunía con los demás
conspiradores en casas de confianza y de acuerdo con ellos
preparó el golpe que habría de sacudir el yugo
haitiano. Al grupo vino a unirse Ramón Matías
Mella, que había sido libertado de su prisión por
Herard en septiembre del año 1843, poco después de
la llegada del general haitiano a Port-au-Prince y tras de su
funesto viaje a la parte española de la isla. La labor de
los revolucionarios, lejos de decaer con las medidas represivas
de Herard, adquirió, por el contrario, mayor incremento.
La capital fue el centro de la revolución. Emisarios de
los que conspiraban en ella partieron para el interior del
país, caldeando los ánimos y preparándolos
para la jornada independentista. El 16 de enero de 1844,
Tomás Bobadilla redactó el acta de independencia
dominicana denominada "Manifestación de los pueblos de la
parte del Este de la isla Española sobre las causas de su
separación de la República haitiana",
manifestación en la cual se declaraba la firme
resolución de convertir a Santo Domingo en Estado libre y
soberano. El propio Bobadilla, Mella y Sánchez eran los
tres primeros firmantes del glorioso documento.
El plan Levasseur (1843) No todos los dominicanos
creían posible y hacedero el establecimiento de una
república independiente en la parte española de la
isla. Algunos creían imposible que Santo Domingo pudiera
libertarse de Haití sin la ayuda y protección de
una potencia extranjera. Recordando lo sucedido con la
independencia efímera de Núñez de
Cáceres, pensaban que tarde o temprano los haitianos,
más numerosos y con grandes ejércitos,
terminarían por ocupar de nuevo su territorio. Ese peligro
se evitaría (opinaban), haciendo que Santo Domingo se
convirtiera en protectorado de una gran potencia.
Preferían someterse al dominio de cualquier país
antes que al de Haití, cuyo oprimente yugo estaban
tratando de sacudirse a toda costa. Hubo numerosos dominicanos
que convencidos de que ello era la única solución
para el país, propusieron a las autoridades
españolas e inglesas, de Cuba y Jamaica, respectivamente,
el establecer una dependencia de dichos países en Santo
Domingo. Los representantes de la parte española en la
Asamblea Constituyente de Port-au-Prince, entre los cuales se
encontraba Buenaventura Báez, viendo que no
obtenían ventajas en ella para los dominicanos,
propusieron al Cónsul de Francia en Haití, Monsieur
Levasseur, el día 15 de diciembre de 1843, un plan por
virtud del cual se establecería una república
independiente en la parte oriental de la isla con la
obligación, por parte de Francia, de suministrar
protección, dinero, armas y municiones, recibiendo en
cambio la bahía de Samaná y reservándose el
derecho de nombrar un gobernador general en dicha
república, cuyas funciones durarían diez
años. Como se ve, este plan desmembraba el territorio y
comprometía la soberanía. Más tarde, y una
vez proclamada la independencia, la Junta Gubernativa que
regía los destinos del país, expidió una
resolución el 8 de marzo de 1844, en la cual se aceptaba
el plan Levasseur (quitando a Francia el derecho a nombrar
gobernador general), para obtener la ayuda de ese país
contra Haití. El 9 de junio, Duarte y un grupo de
trinitarios tuvieron que disolver la Junta Gubernativa para
impedir que triunfara ese plan que desmembraba el territorio
nacional.
Cruz, F. (2011). Historia de República Dominicana
(Desde Cristóbal Colón hasta el presente). 4ta.
edición, diciembre 2011. Rep. Dom.
Autor:
Kelvin Beato
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